miércoles, 13 de abril de 2011

(3) La botella

1997. El olor a pipa impregnaba el salón de la casa. No es que el sillón hubiese sido hecho a medida sino que cuando un mismo cuerpo descansa su peso durante tantas horas consigue, poco a poco, hacerse un hueco perfecto, dibujando un molde forjado en el calor y el paso del tiempo. Para mí que ayudó a ello las innumerables preocupaciones que carga a sus espaldas un padre de familia de ocho hijos y las largas horas de reflexión, de oración y de silencio solo interrumpido por tchaikovski, Schubert, Mozar... Y como no el sillón pasó a apellidarse "de papá".

Allí mismo me gustaba sentarme intentando acoplarme a su trabajada hendidura.

Aquél día sobre mis manos tenía un pequeño libro con un título sugerente: Cartas del diablo a su sobrino. Me gustaba "coger prestado" alguno de los libros que mi hermano Juan tenía bien ordenados y clasificados en su estantería, la verdad es que normalmente solo los "ojeaba" antes de dejarlos allá donde no estaban, lo que suponía un doble cabreo. No sé por qué pero este sí me enganchó y acabé leyéndolo hasta el fin. Años después Juan me explicó que Lewis era autor entre otros de Crónicas de Narnia y gran amigo de J. R. R. Tolkien.

No sé desde cuando tengo la costumbre de utilizar no solo el dedo pulgar para sujetar las páginas con mi mano izquierda, me ayudo para ello también del índice estirado hacia arriba. No me he preguntado si es una costumbre mía o colectiva pero es algo automático y creo que ese es mi estilo. Y allí como siempre estaba esa marca que atravesaba mi dedo de este a oeste y que aún hoy, se aprecia claramente desde aquella mala ocurrencia de querer poseer casi al instante, aquello que se vislumbraba tras el sucio y verdoso cristal de la botella.

En esos pocos segundos hasta llegar a las rocas sentí que posiblemente esa era la botella más pesada que nunca había tenido en mis manos. Hoy comprendo el por qué.

Con la mano ensangrentada llegué hasta el muro del paseo y a sus píes escondí bajo la arena aquella especie de pequeño pergamino enrollado casi intuitivamente como el que no quiere dejar de ser el primero en leer la historia que contenía

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