domingo, 17 de abril de 2011

(5) El mensaje PARTE II

En muchas ocasiones he pensado en escribir un mensaje, meterlo en una botella y dejar que el mar lo llevara allá donde el caprichoso destino quisiese hacerlo llegar. Pero nunca lo he hecho, y creo que nunca lo haré.
Miles y miles de mensajes a lo largo de nuestra historia han viajado por los mares del mundo con la esperanza de que algún día alguien los encuentre y cumplan así, esa misión a la que fueron encomendados. Mensajes impregnados de amor, odio, ternura, humor, vida, esperanza, locura, sabiduría, necedad, pasión y todo lo que podáis imaginaros. De igual modo las botellas que sirvieron de enlace entre quién lanzó el mensaje y quién lo recibió, han sido, son y serán distintas, no hay botella exactamente igual una a otra, son como nosotros, únicas e irrepetibles.
De entre todos ellos, los mensajes, estoy seguro que abundarán aquellos que por su “contenido” nunca debieron ser arrojados al mar, otros que fueron alojados en “botellas” equivocadas que por desgracia, no fueron capaces de llegar a su destino y naufragaron en misión.
El mensaje que recibí aquel julio de 1982 era muy especial por todo. Durante todos estos años he estado pensando y reflexionando a diario sobre aquel suceso, la botella y el mensaje. Pero ¿por qué me ha elegido a mí?
Desde luego que aún no he encontrado persona en este mundo que ni por asomo fuera capaz de escribir un mensaje como el mío, tan perfecto que estoy seguro que es el mismo Dios el que lo ha redactado en la mente de alguien que tan solo ha sido un instrumento para que quedara plasmado en ese papel…
Durante todos estos años he mantenido en secreto la existencia del mensaje y su contenido. Nunca conté a mis hermanos que aquella botella que rompí contenía en realidad un “tesoro” y cada vez que en mi familia alguien nombraba aquel suceso se me ponía la piel de gallina “… si fue aquel verano que Santi se cortó con una botella”
Dicen que para algunas cosas hay que “estar el día y la hora exacta en el lugar adecuado” El pasado julio algo así me sucedió a mí.
Acompañada de sus dos hijos se acercaba mirándonos con gesto amable y sonriente. Rápidamente se armó un gran revuelo alrededor formándose un corrillo entorno a nosotros. Me decidí a abrir la caja para mostrarle su contenido mientras le comentaba con voz nerviosa en qué consistía “el regalo”
Fueron apenas tres minutos los que me habló y de todos ellos me quedo con lo único que solo yo pude escuchar y que tampoco he contado aún, eran unas pocas palabras pero quedaron selladas en mi mente como si nuevamente la que me hablaba no fuese la Infanta Elena sino el mismísimo Dios…

               
“...ánimo, sigue luchando, has sido elegido para esta misión y estoy segura que serás capaz de llevarla a cabo con éxito”

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